miércoles, 17 de abril de 2013

Historias del maíz



HISTORIAS DEL MAIZ

Qué es la vida sino sólo un segundo de morir y vivir en un hacer o de vivir y morir para renacer. Un día una sabia maestra me dijo: no les llames seres, llámales aires. Temo aún que después de esto, no viva. Dejemos de creer que lo real es lo real y que lo irreal es lo irreal…al final sólo existirá  la verdad. Aprendamos entonces a escuchar. En cualquier nota. En cualquier sonido. En cualquier andar. En cualquier pintar, está la verdad. Y no olvidemos que nuestros mayores miedos serán nuestras mayores fortalezas al superar los anteriores. Y que las  mayores fortalezas serán tus mayores vuelos al cielo. Solamente es cuestión de ver y volver al ser. Y volver al ser. Sea Dios…

CATORCEAVA ENTREGA…

Por ÁNGEL DELGADO ORTÍZ


Sin duda aún no tenía la idea clara de quién era este ser. Ni por qué impidió mi muerte.  Mi corazón intuía y sabía que nada bueno significaba totalmente  en mí vivir. Lo que  verdaderamente sí le agradecí, fue el haberme salvado de ese incesante dolor que la anciana me estaba provocando, al igual que el haber impedido de alguna forma, lo que quizá hubiera sido mi último segundo en esta vida.
Tumbado en el suelo con mi poco sentido y mi mirada casi muerta, volteé a ver a este ser que asumió en un segundo la  figura humana. Debido a mi visión casi ruina, no podía distinguir  bien su fisonomía, sumado además a la bata que portaba, la cual era semejante a la de un antiguo mago. El  tamaño y la forma de ésta no me permitían ver casi nada de su cuerpo, solamente el brillo de sus ojos que se miraban a través de la misma, los cuales pensé en ese momento se podrían comparar a  vidrios con un toque de brillantez muerta.
Se dirigió caminando hacia mí, me tomó del hombro y me dijo.
-Levántate.
Al momento en que este ser hizo esto, sentí como si un gran peso, o una fuerza muy oscura se plasmaran en mi hombro derecho. Aunque también sentí muy en mi conciencia que el tener un buen nexo con él, me daría varios dones y dotes de fuerza. Diría así. Comprendí que de tal o de cierta forma por él estaba bienvenido, y a la vez comprometido para que yo cumpliera con cosas que él mismo necesitaba. Una especie de trato en el que uno cree alcanzar cosas mejores pero que sin embargo te costará más que sólo el trato.
Volví mi mirada a la  vieja y al fin ella se pudo controlar. Sin embargo. Sé que lo hizo porque me percaté que éste que me acompañaba en ese momento, le dirigió una mirada como acordando mi segura muerte.
Yo aún no podía darme cuenta del todo de su verdadera intención, o quizá me aferraba aún a creer en la luz, en vivir y salir bien de esto.
Fue cuando me dijo:
-Ven, tranquilízate, sígueme. Se te otorgó una fuerza muy especial, sólo que aún no logras saberlo del todo. Aún no tienes conciencia clara de lo que pudieras alcanzar. Este don no fue alcanzado por ti, es una gracia  por designio del Todo.
-Anda sígueme, te mostraré algunas habitaciones de este templo, para que te des cuenta de lo que tendrás, si tú haces un nexo con todos nosotros.
Sé que me andan rastreando y que quizá muera en el intento, la bendición del Dios me salve de mí mismo y de todo este rincón de insensatez, de aires encontrados, de locura y ansiedad…
Comenzó a caminar, yo no veía sus pasos, sin embargo miré como avanzaba esa negra bata, yo no sabía aun si seguirle o no. Me sentía como preso, como perdido. Extrañaba ver la luz del sol. Aquí únicamente había un templo muerto. Todo esto me hacía sentir como si todo lo que antes pude ver fue demasiada luz, y que por tal motivo habría de pagar ahora lo que en mi trayecto de vida le hacía falta de oscuridad de una forma más que mortal.
Este ser se dirigió a uno de los costados de este patio. Me invitó a seguirlo. Yo  me resistía. No quería. Fue cuando el ente se sonrió, antes de decirme.
-Anímate, de cualquier forma tienes un par de alternativas; seguirme y quizá salir de aquí después de haber alcanzado  los grandes dotes que se te entregarán, o lo mejor o lo peor según lo veas en tu postura: Morir.
-Se lógico y no estúpido pues de cualquier forma ya estás parado en algo que te anuncia el hecho de seguir, así que apresúrate, acompáñame a subir  estas escaleras.
Lo que me señaló fue algo que en verdad me estremeció. Así era. Salir o morir. O morir y un salir. Era un juego de vida o de muerte. No tenía más. Asumí y mejor comencé a caminar  a su paso. Tenía la esperanza de volver a ver la luz. Viejo y fuerte. Joven y sabio. Libre y pleno. De luz. De vida. Sin temor. Con la convicción que el Todo tomaría mi vida al final, como sea así para todos….
Cuando llegamos al costado de este patio como de la nada y de entre la pared, se formó una gran escalera de anchos escalones, la cual se elevaba en forma de espiral.
Comencé a subir lentamente y con miedo. En ese instante se me ocurrió voltear atrás. Qué curioso y qué horrible, las escaleras iban desapareciendo en cuanto avanzábamos. Dejándose ver un abismo. Una nada. Entendí que este mundo y los que aquí habitaban podían y controlaban su oscura energía a precaria voluntad. Entendía que estos podían hacer y configurar este su templo a conveniencia y conforme para el acecho. ¿Qué podía hacer aquí?, ¿tenía acaso salvación?, agaché la cabeza y asumí mejor el seguir. Sentí que era insensato doblegarme a esto. Pero qué hacía. Quizá dentro de todo este entorno de oscuridad esta sería mi salvación. Una especie de estupidez atinada…
-No te sientas tan mal, tienes razón. Este sitio puede cambiar a plenitud de lo que creemos justo. Aquí todo puede ser  tan real como tan irreal.
Llegamos a una puerta la cual se abrió al momento en que este ente se paró frente a ella.
-Entra. Te mostraremos algo. Sonrió.
Me quedé pensando en una y mil cosas. Cuando volteó este ser y me miró fijamente a los ojos:
-Mira bien lo que se te va a ofrecer. Los que aquí habitan te extenderán su noción. Son grandes en el oscuro saber. Observa con cautela e inteligencia lo que te darán. Recuerda, tendrás eso y más. Sus ojos le brillaron de una forma visceral.
-Anda, entra.
Al entrar el sitio era un cuarto, al cual en cuanto ingresé, sentí como la seducción carnal afloraba, era una sensación y un deleite a mis instintos más primarios, mi memoria animal sintió como cuando uno está cerca de una mujer que le es sumamente seductora, la más hermosa, la más sensual,  sin embargo este sentimiento en mi corazón de  que aquí corría peligro se me hacía presente a cada sensación, aunque cierto era también, que esa alerta y miedo de pronto se me desvanecía con tal seducción de esta mujer que ni siquiera había visto, así de la nada  apareció de frente a mí.  Era un regazo muy particular. Con telas negras y rojas. De terciopelo y seda. En el piso había unos colchones muy bien delineados. Estéticos. Seductores. También vi que del techo se desvanecían telas, como turbantes. Los que a su vez formaban los adornos del aposento.
Estaba observando detenidamente los detalles y tratando de permanecer alerta. Cuando en ese momento, sentí a alguien a mis espaldas. Sabía bien que ya no era el ser que me iba acompañando. Sentí un gran deseo de voltear. Aunque a la vez me daba un miedo inmenso. Al fin escuché una voz. La más delicada. La más seductora.
-Voltea, no tengas miedo valiente varón. Ya ansiaba tu llegada.
No pude más, volteé. Esa voz me sedujo por completo. Refinó todos mis deseos más ocultos. Por fin me di la vuelta y ahí le vi. Era una mujer. La más linda que jamás en vida había visto. No es que portara algún atuendo provocativo. Muy al contrario.  Su vestimenta casi le tapaba hasta la cara. Sin embargo el sólo verla despertaba en mí una seducción muy fuerte. Me hipnotizaba. Comenzó a caminar hacia mí. Su manera de caminar era especial. En cada paso despertaba  más y más mi deseo viril. ¿Pero qué era esto?, este mi animal sentía que crecía y crecía más en deseo carnal. Entonces fue cuando llego hasta mí. Se quitó el turbante de la cara y pude ver su rostro; era de cara afilada. Ví sus ojos hermosos. Negros, muy negros. Una nariz fina, sus mejillas eran delicadas y su boca de labios gruesos seductores, determinantes, me tomó de la mano y me dijo.
-ven, recuéstate en este regazo. Aquí te daremos algo que siempre tendrás y necesitas. Siéntete tranquilo. Yo te consolaré por el resto de tus días.  Estaré siempre contigo para cubrir ese tu vacío. Ya no luches ni te hagas el fuerte.  Sólo recuéstate y piérdete en mi placer que es el tuyo…
Yo entendía que no debía hacerlo. Sin embargo, sabía que algo en mí, quizás esa mi etapa total animal aún no la había terminado y deseaba esto. Yo tenía presente que sin duda esta faceta de mi ser no era mala. Que lo malo en realidad había sido reprimirla tanto que hoy por hoy por tal represión debido a una mala enseñanza del tipo moral hacia la sexualidad y no un enfoque práctico y puro de tal aspecto había terminado por plasmarse como una debilidad. Fragilidad que estos seres percibían y que por ende atacaban directo a las partes más débiles y subjetivas de esta mi humanidad. Sin embargo aún con todo y este contexto de muerte, me sentía con la esperanza de purificar esta etapa y no verla como mala, y si con la visión de liberarla y sentirla no como contraria a la elevación, sino como una etapa de encuentro de lo humano a lo divino purificando a cada segundo y elevándose al pleno sin negarla ni reprimirla así como sin entregarse a ella, diré, un no niego, un no entrego.
Así que lo hice. Me recosté. No pude evitarlo. Ella en el momento comenzó a acariciar mi cabello. Lo hacía una y otra vez. Yo comencé a sentir una gran relajación. Sin embargo a cada una de sus caricias  notaba como algo en mí se perdía. Como su dominio era más y más fuerte en mí. Dominaba hasta mi débil impulso de quererme salvar. No de ella, sino más bien de mi placer y de mi propia seducción carnal. ¿Era ella o era yo? Seguro sólo el reflejo propio…
Entre más me acariciaba más sentía una extraña sensación de consuelo, sin embargo también llegaba a ver como en cada una de sus caricias se me iban las fuerzas, poco a poco, dulzura a dulzura, hasta dejarme y creía era su intención, en ser un servil de mi propia demencia carnal, la cual estos seres la vestían con la careta de ser una hermosa dama. En ese momento me susurró en el oído diciendo una y otra vez:
-ya no te sientas tan mal. Aquí siempre tendrás el consuelo a todos tus males. Sólo déjate estar aquí conmigo. Entrégate a los placeres de esta vida y verás que nada te dañará.
Pero no podía ser así, era cierto que esta mujer me hacía sentir bien. Tan acompañado. Tan dócil en mi deseo y mi fragilidad carnal. Sin embargo me percataba que ella era sólo y repito, una careta de estos seres para subyugar mi debilidad  por medio de la cual sólo me querían para estar chupando de esa energía que era impersonal pero que sin embargo no dejaba de fluir en mí. Comprendía bien que los que aquí habitaban deseaban, y necesitaban de esa luz que el creador había obsequiado a este intransigente viajero.
En ese lapso cuando acariciaba mi cabeza sentí como una fuente de succión se agrandara de sus garras y me penetraran el seso. Quise escapar pero mis fuerzas ya no fueron las justas. Me comenzó a besar. Pero no quería más de esto. En ese segundo, como si su succión se hubiera extendido hasta la parte medular de mi cráneo y mi razón.  Palpé como si una extensa mancha negra se hubiera colado a mi mente, a mi cuerpo. Y como si me bloqueara. Infinitos deseos de huir sentí pero no fue así, ¿qué hacía?, ¿cómo me liberaba? si estaba en ese regazo. Amado. Clamado en el deseo. Rey entre el placer. Esclavo de mí mismo. Y no de esta mujer. Si es que lo era. ¿O qué acaso era uno de estos entes refinado en el arte del camuflaje y el asir de la estrategia adecuada para atrapar al que menor ocurrencia tenía de dónde está? Interpretaba cuando esos labios seductores se abrieron.
--no te sientas tan mal, ¿acaso no siempre quisiste esto?, una hermosa mujer, saciar tu enfermo carnal. ¿No acaso lo clamabas? No te niegues más,¿ para qué? déjate correr en este mi cuerpo, y ámame siempre, aquí lo tendrás todo, jamás sentirás que te sientes miserable por ser frágil ante tu animal, al contrario sentirás que estás bien, que estás adecuado para morir sin sentir que no debes a lo que llaman divinidad, eso es sólo eso, ¿no acaso la grandeza la alcanzas por el instinto, por el animal?, son carne, y la carne sólo puede evolucionar por el sentir de lo carnal, qué más da, sólo calla y déjate amar.
Pero eso no era amor, no lo era, era hacerse preso de algo que sólo te deja una satisfacción carnal pero no te da libertad, no lo es, quizá el humano cierto es que necesita de lo carnal para comprenderse y entender más a la creación, pero no es la creación, todo está enlazado y siempre va por peldaños, la evolución, cierto también que lo divino se presenta de alguna forma en la carne, pero el ser preso de algo o de sí mismo, no es evolución y menos aún, amor.

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