HISTORIAS DEL MAIZ
Qué es la vida sino sólo un
segundo de morir y vivir en un hacer o de vivir y morir para renacer. Un día una
sabia maestra me dijo: no les llames seres, llámales
aires. Temo aún que después de esto, no viva.
Dejemos de creer que lo real es lo real y que lo irreal es lo irreal…al final sólo existirá la verdad. Aprendamos entonces a escuchar. En
cualquier nota. En cualquier sonido. En cualquier andar. En cualquier pintar, está la verdad.
Y no olvidemos que nuestros mayores miedos serán nuestras
mayores fortalezas al superar los anteriores. Y que las mayores fortalezas serán tus
mayores vuelos al cielo. Solamente es cuestión de ver y
volver al ser. Y volver al ser. Sea Dios…
CATORCEAVA
ENTREGA…
Por ÁNGEL DELGADO ORTÍZ
Sin duda aún no tenía
la idea clara de quién era este ser. Ni por qué impidió mi muerte. Mi corazón intuía y sabía que nada bueno
significaba totalmente en mí vivir. Lo
que verdaderamente sí le agradecí, fue
el haberme salvado de ese incesante dolor que la anciana me estaba provocando, al
igual que el haber impedido de alguna forma, lo que quizá hubiera sido mi
último segundo en esta vida.
Tumbado en el suelo
con mi poco sentido y mi mirada casi muerta, volteé a ver a este ser que asumió
en un segundo la figura humana. Debido a
mi visión casi ruina, no podía distinguir
bien su fisonomía, sumado además a la bata que portaba, la cual era
semejante a la de un antiguo mago. El
tamaño y la forma de ésta no me permitían ver casi nada de su cuerpo,
solamente el brillo de sus ojos que se miraban a través de la misma, los cuales
pensé en ese momento se podrían comparar a
vidrios con un toque de brillantez muerta.
Se dirigió caminando
hacia mí, me tomó del hombro y me dijo.
-Levántate.
Al momento en que
este ser hizo esto, sentí como si un gran peso, o una fuerza muy oscura se
plasmaran en mi hombro derecho. Aunque también sentí muy en mi conciencia que
el tener un buen nexo con él, me daría varios dones y dotes de fuerza. Diría
así. Comprendí que de tal o de cierta forma por él estaba bienvenido, y a la
vez comprometido para que yo cumpliera con cosas que él mismo necesitaba. Una
especie de trato en el que uno cree alcanzar cosas mejores pero que sin embargo
te costará más que sólo el trato.
Volví mi mirada a
la vieja y al fin ella se pudo
controlar. Sin embargo. Sé que lo hizo porque me percaté que éste que me
acompañaba en ese momento, le dirigió una mirada como acordando mi segura
muerte.
Yo aún no podía darme
cuenta del todo de su verdadera intención, o quizá me aferraba aún a creer en
la luz, en vivir y salir bien de esto.
Fue cuando me dijo:
-Ven,
tranquilízate, sígueme. Se te otorgó una fuerza muy especial, sólo que aún no
logras saberlo del todo. Aún no tienes conciencia clara de lo que pudieras
alcanzar. Este don no fue alcanzado por ti, es una gracia por designio del Todo.
-Anda
sígueme, te mostraré algunas habitaciones de este templo, para que te des
cuenta de lo que tendrás, si tú haces un nexo con todos nosotros.
Sé que me andan rastreando
y que quizá muera en el intento, la bendición del Dios me salve de mí mismo y
de todo este rincón de insensatez, de aires encontrados, de locura y ansiedad…
Comenzó a caminar, yo
no veía sus pasos, sin embargo miré como avanzaba esa negra bata, yo no sabía
aun si seguirle o no. Me sentía como preso, como perdido. Extrañaba ver la luz
del sol. Aquí únicamente había un templo muerto. Todo esto me hacía sentir como
si todo lo que antes pude ver fue demasiada luz, y que por tal motivo habría de
pagar ahora lo que en mi trayecto de vida le hacía falta de oscuridad de una
forma más que mortal.
Este ser se dirigió a
uno de los costados de este patio. Me invitó a seguirlo. Yo me resistía. No quería. Fue cuando el ente se
sonrió, antes de decirme.
-Anímate,
de cualquier forma tienes un par de alternativas; seguirme y quizá salir de
aquí después de haber alcanzado los
grandes dotes que se te entregarán, o lo mejor o lo peor según lo veas en tu postura:
Morir.
-Se
lógico y no estúpido pues de cualquier forma ya estás parado en algo que te
anuncia el hecho de seguir, así que apresúrate, acompáñame a subir estas escaleras.
Lo que me señaló fue
algo que en verdad me estremeció. Así era. Salir o morir. O morir y un salir.
Era un juego de vida o de muerte. No tenía más. Asumí y mejor comencé a
caminar a su paso. Tenía la esperanza de
volver a ver la luz. Viejo y fuerte. Joven y sabio. Libre y pleno. De luz. De
vida. Sin temor. Con la convicción que el Todo tomaría mi vida al final, como
sea así para todos….
Cuando llegamos al
costado de este patio como de la nada y de entre la pared, se formó una gran escalera
de anchos escalones, la cual se elevaba en forma de espiral.
Comencé a subir
lentamente y con miedo. En ese instante se me ocurrió voltear atrás. Qué
curioso y qué horrible, las escaleras iban desapareciendo en cuanto
avanzábamos. Dejándose ver un abismo. Una nada. Entendí que este mundo y los
que aquí habitaban podían y controlaban
su oscura energía a precaria voluntad. Entendía que estos podían hacer y
configurar este su templo a conveniencia y conforme para el acecho. ¿Qué podía
hacer aquí?, ¿tenía acaso salvación?, agaché la cabeza y asumí mejor el seguir.
Sentí que era insensato doblegarme a esto. Pero qué hacía. Quizá dentro de todo
este entorno de oscuridad esta sería mi salvación. Una especie de estupidez
atinada…
-No
te sientas tan mal, tienes razón. Este sitio puede cambiar a plenitud de lo que
creemos justo. Aquí todo puede ser tan
real como tan irreal.
Llegamos a una puerta
la cual se abrió al momento en que este ente se paró frente a ella.
-Entra.
Te mostraremos algo. Sonrió.
Me quedé pensando en
una y mil cosas. Cuando volteó este ser y me miró fijamente a los ojos:
-Mira
bien lo que se te va a ofrecer. Los que aquí habitan te extenderán su noción.
Son grandes en el oscuro saber. Observa con cautela e inteligencia lo que te
darán. Recuerda, tendrás eso y más. Sus ojos le brillaron
de una forma visceral.
-Anda,
entra.
Al entrar el sitio era
un cuarto, al cual en cuanto ingresé, sentí como la seducción carnal afloraba,
era una sensación y un deleite a mis instintos más primarios, mi memoria animal
sintió como cuando uno está cerca de una mujer que le es sumamente seductora,
la más hermosa, la más sensual, sin
embargo este sentimiento en mi corazón de
que aquí corría peligro se me hacía presente a cada sensación, aunque cierto
era también, que esa alerta y miedo de pronto se me desvanecía con tal
seducción de esta mujer que ni siquiera había visto, así de la nada apareció de frente a mí. Era un regazo muy particular. Con telas
negras y rojas. De terciopelo y seda. En el piso había unos colchones muy bien
delineados. Estéticos. Seductores. También vi que del techo se desvanecían
telas, como turbantes. Los que a su vez formaban los adornos del aposento.
Estaba observando
detenidamente los detalles y tratando de permanecer alerta. Cuando en ese
momento, sentí a alguien a mis espaldas. Sabía bien que ya no era el ser que me
iba acompañando. Sentí un gran deseo de voltear. Aunque a la vez me daba un
miedo inmenso. Al fin escuché una voz. La más delicada. La más seductora.
-Voltea,
no tengas miedo valiente varón. Ya ansiaba tu llegada.
No pude más, volteé.
Esa voz me sedujo por completo. Refinó todos mis deseos más ocultos. Por fin me
di la vuelta y ahí le vi. Era una mujer. La más linda que jamás en vida había
visto. No es que portara algún atuendo provocativo. Muy al contrario. Su vestimenta casi le tapaba hasta la cara.
Sin embargo el sólo verla despertaba en mí una seducción muy fuerte. Me
hipnotizaba. Comenzó a caminar hacia mí. Su manera de caminar era especial. En
cada paso despertaba más y más mi deseo
viril. ¿Pero qué era esto?, este mi animal sentía que crecía y crecía más en
deseo carnal. Entonces fue cuando llego hasta mí. Se quitó el turbante de la
cara y pude ver su rostro; era de cara afilada. Ví sus ojos hermosos. Negros,
muy negros. Una nariz fina, sus mejillas eran delicadas y su boca de labios
gruesos seductores, determinantes, me tomó de la mano y me dijo.
-ven, recuéstate
en este regazo. Aquí te daremos algo que siempre tendrás y necesitas. Siéntete
tranquilo. Yo te consolaré por el resto de tus días. Estaré siempre contigo para cubrir ese tu
vacío. Ya no luches ni te hagas el fuerte.
Sólo recuéstate y piérdete en mi placer que es el tuyo…
Yo entendía que no
debía hacerlo. Sin embargo, sabía que algo en mí, quizás esa mi etapa total
animal aún no la había terminado y deseaba esto. Yo tenía presente que sin duda
esta faceta de mi ser no era mala. Que lo malo en realidad había sido
reprimirla tanto que hoy por hoy por tal represión debido a una mala enseñanza
del tipo moral hacia la sexualidad y no un enfoque práctico y puro de tal
aspecto había terminado por plasmarse como una debilidad. Fragilidad que estos
seres percibían y que por ende atacaban directo a las partes más débiles y
subjetivas de esta mi humanidad. Sin embargo aún con todo y este contexto de
muerte, me sentía con la esperanza de purificar esta etapa y no verla como
mala, y si con la visión de liberarla y sentirla no como contraria a la
elevación, sino como una etapa de encuentro de lo humano a lo divino
purificando a cada segundo y elevándose al pleno sin negarla ni reprimirla así
como sin entregarse a ella, diré, un no niego, un no entrego.
Así que lo hice. Me
recosté. No pude evitarlo. Ella en el momento comenzó a acariciar mi cabello.
Lo hacía una y otra vez. Yo comencé a sentir una gran relajación. Sin embargo a
cada una de sus caricias notaba como
algo en mí se perdía. Como su dominio era más y más fuerte en mí. Dominaba
hasta mi débil impulso de quererme salvar. No de ella, sino más bien de mi
placer y de mi propia seducción carnal. ¿Era ella o era yo? Seguro sólo el
reflejo propio…
Entre más me
acariciaba más sentía una extraña sensación de consuelo, sin embargo también
llegaba a ver como en cada una de sus caricias se me iban las fuerzas, poco a
poco, dulzura a dulzura, hasta dejarme y creía era su intención, en ser un
servil de mi propia demencia carnal, la cual estos seres la vestían con la
careta de ser una hermosa dama. En ese momento me susurró en el oído diciendo
una y otra vez:
-ya no te sientas
tan mal. Aquí siempre tendrás el consuelo a todos tus males. Sólo déjate estar
aquí conmigo. Entrégate a los placeres de esta vida y verás que nada te dañará.
Pero no podía ser
así, era cierto que esta mujer me hacía sentir bien. Tan acompañado. Tan dócil
en mi deseo y mi fragilidad carnal. Sin embargo me percataba que ella era sólo
y repito, una careta de estos seres para subyugar mi debilidad por medio de la cual sólo me querían para
estar chupando de esa energía que era impersonal pero que sin embargo no dejaba
de fluir en mí. Comprendía bien que los que aquí habitaban deseaban, y necesitaban
de esa luz que el creador había obsequiado a este intransigente viajero.
En ese lapso cuando
acariciaba mi cabeza sentí como una fuente de succión se agrandara de sus
garras y me penetraran el seso. Quise escapar pero mis fuerzas ya no fueron las
justas. Me comenzó a besar. Pero no quería más de esto. En ese segundo, como si
su succión se hubiera extendido hasta la parte medular de mi cráneo y mi
razón. Palpé como si una extensa mancha
negra se hubiera colado a mi mente, a mi cuerpo. Y como si me bloqueara. Infinitos
deseos de huir sentí pero no fue así, ¿qué hacía?, ¿cómo me liberaba? si estaba
en ese regazo. Amado. Clamado en el deseo. Rey entre el placer. Esclavo de mí
mismo. Y no de esta mujer. Si es que lo era. ¿O qué acaso era uno de estos
entes refinado en el arte del camuflaje y el asir de la estrategia adecuada
para atrapar al que menor ocurrencia tenía de dónde está? Interpretaba cuando
esos labios seductores se abrieron.
--no te sientas
tan mal, ¿acaso no siempre quisiste esto?, una hermosa mujer, saciar tu enfermo
carnal. ¿No acaso lo clamabas? No te niegues más,¿ para qué? déjate correr en
este mi cuerpo, y ámame siempre, aquí lo tendrás todo, jamás sentirás que te
sientes miserable por ser frágil ante tu animal, al contrario sentirás que
estás bien, que estás adecuado para morir sin sentir que no debes a lo que
llaman divinidad, eso es sólo eso, ¿no acaso la grandeza la alcanzas por el
instinto, por el animal?, son carne, y la carne sólo puede evolucionar por el
sentir de lo carnal, qué más da, sólo calla y déjate amar.
Pero eso no era amor,
no lo era, era hacerse preso de algo que sólo te deja una satisfacción carnal
pero no te da libertad, no lo es, quizá el humano cierto es que necesita de lo
carnal para comprenderse y entender más a la creación, pero no es la creación,
todo está enlazado y siempre va por peldaños, la evolución, cierto también que
lo divino se presenta de alguna forma en la carne, pero el ser preso de algo o
de sí mismo, no es evolución y menos aún, amor.
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