La Evaluación Auténtica
Por Jorge Leonel Otero
Chambean
Llamar auténtico o auténtica, para el femenino, a la evaluación,
debe ser siguiendo a los ínclitos personajes que forman la Real Academia de la
Lengua, algo que tiene que ver con los atributos del objeto, que es visto
como cierto, como positivo, como honrado, fiel a sus orígenes y a
sus convicciones.
Bueno pues en este tenor, la evaluación debe ser auténtica – ya
que es por extensión la verdadera evaluación. Y es que como señala la Dra.
Frida Díaz Barriga, se “busca un cambio en la cultura de la evaluación
imperante, centrada en instrumentos estáticos de lápiz y papel que exploran
sólo la esfera del conocimiento declarativo…” (Díaz Barriga F.
(2006). p.127).
Casi desde nuestro ingreso a una escuela nos acompaña una
entelequia: el examen. Evaluación y examen se imbricaron de tal forma, que es
difícil escindir hoy un concepto de otro.
En Primaria y Secundaria, por hablar de los niveles cercanos, el
examen se conforma cada bimestre como la fuente de la evaluación de los
aprendizajes de los alumnos. Y aquí cabe a la mejor otra aclaración y es que
usé entelequia para denotar que esa cosa llamada examen ya no se constituye
como un medio para alcanzar un fin, sino que se ha configurado como un fin en sí
mismo.
Me sacó un 8 el maestro, representa para todos la vinculación
que tiene que ver su calificación con los resultados obtenidos en la aplicación
de ese instrumento más o menos sofisticado que es el examen.
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