martes, 7 de mayo de 2013



La Evaluación Auténtica

Por Jorge Leonel Otero Chambean

Llamar auténtico o auténtica, para el femenino, a la evaluación, debe ser siguiendo a los ínclitos personajes que forman la Real Academia de la Lengua, algo que tiene que  ver con los atributos del objeto, que es visto como cierto, como positivo, como honrado, fiel  a sus orígenes y  a sus convicciones. 

Bueno pues en este tenor, la evaluación debe ser auténtica – ya que es por extensión la verdadera evaluación. Y es que como señala la Dra. Frida Díaz Barriga, se “busca un cambio en la cultura de la evaluación imperante, centrada en instrumentos estáticos de lápiz y papel que exploran sólo la esfera del  conocimiento declarativo…” (Díaz Barriga F. (2006).  p.127). 

Casi desde nuestro ingreso a una escuela nos acompaña una entelequia: el examen. Evaluación y examen se imbricaron de tal forma, que es difícil  escindir hoy un concepto de otro. 

En Primaria y Secundaria, por hablar de los niveles cercanos, el examen se conforma cada bimestre como  la fuente de la evaluación de los aprendizajes de los alumnos. Y aquí cabe a la mejor otra aclaración y es que usé entelequia para denotar que esa cosa llamada examen ya no se constituye como un medio para alcanzar un fin, sino que se ha configurado como un fin en sí mismo. 

Me sacó un 8 el maestro, representa para todos la vinculación que tiene que ver su calificación con los resultados obtenidos en la aplicación de ese instrumento más o menos sofisticado que es el examen.
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