Dentro de los materiales que se difunden para el desarrollo del Programa Educativo de Prevención Escolar (PEPE), se pueden encontrar cuestiones de mucho interés para el trabajo educativo, pero principalmente para el apoyo a los padres de familia. Ser responsable de nutrir, educar y formar a los hijos, siendo una de las tareas más trascendentes para efecto de la pervivencia de una sociedad, es sin embargo una labor para la que por mucho no estamos preparados. Aún por ejemplo habiendo pasado la etapa de aprendizaje ensayo –error con el primer hijo, esos conocimientos no necesariamente son útiles o generalizables. Se llega el caso que teniendo dos hijos, lo que “funcionó” para uno, igual y no “sirve” para el segundo (o el tercero, o el cuarto… para familias más prolíficas). Por eso la aventura que significa ser papás encierra grandes bendiciones y satisfacciones, pero también hondas frustraciones, dudas, desconcierto, porque muchas veces se siente uno incompetente para dar respuesta a las necesidades complejas que van surgiendo desde el nacimiento hasta el desarrollo de nuestra prole.
De ahí esa nueva oleada de información que circula en mil y un revistas y también por Internet, sobre cómo ser papás y no morir en el intento; y aunque en ocasiones pueda uno disentir de algunos contenidos un tanto banales o hasta falsos, cumplen una función social importante. Por eso es trascendente que se alienten esfuerzos como el de este programa (PEPE), porque intentan abonar a que ese hoyo negro que constituye el campo: “No sabemos ser papás” se ilumine un tanto. Con los aportes de algunos estudiosos se busca alertarnos sobre algunos errores que cometemos o qué podemos cometer cuando ejercemos la paternidad.
De ahí esa nueva oleada de información que circula en mil y un revistas y también por Internet, sobre cómo ser papás y no morir en el intento; y aunque en ocasiones pueda uno disentir de algunos contenidos un tanto banales o hasta falsos, cumplen una función social importante. Por eso es trascendente que se alienten esfuerzos como el de este programa (PEPE), porque intentan abonar a que ese hoyo negro que constituye el campo: “No sabemos ser papás” se ilumine un tanto. Con los aportes de algunos estudiosos se busca alertarnos sobre algunos errores que cometemos o qué podemos cometer cuando ejercemos la paternidad.
Aquí se consigna un fragmento del cuadernillo “La comunicación” que se edita bajo el auspicio de la Secretaría de Educación Pública, el Gobierno del Estado de México y la Fundación Bancomer.
“La expresión de los sentimientos”
Los sentimientos son la esencia del ser humano. Al expresar nuestros sentimientos y permitir que los hijos los conozcan y comprendan, les permitimos el acceso a la parte más rica de nuestro mundo interno. Aunque expresarles nuestro afecto resulta básico para su existencia, tenemos que tener en cuenta que el mundo de los sentimientos es muy extenso y complejo. También incluye otras vivencias del ser humano que a menudo consideramos negativas y que, por ello, tratamos de evitarlas, reprimirlas o excluirlas de las conversaciones.
Por ejemplo, una niña puede estropear su vestido nuevo jugando con pinturas de colores. Posiblemente a su madre le resulte inevitable sentir irritación o pesaren esos momentos, lo cual no impide que quiera mucho a su hija. En estos casos, no es recomendable intentar evitar ese sentimiento compensándolo con otros (Por ejemplo: “Hija yo te quiero mucho, pero lo que has hecho es imperdonable, pues ni se puede arreglar ni te puedo comprar otro”). Lo más adecuado es hablar con claridad, tanto de los hechos como de lo que sucede en nuestro interior: “Me molesta muchísimo y estoy furiosa. Estas manchas no se quitan y, por mucho que lo lave, no quedará nunca igual.”
A un hijo no se le pueden dar mensajes que alberguen contradicciones. Cuando los padres se sienten molestos, su mirada, su voz y la expresión de su cara reflejan con claridad su enojo. Si a esta expresión de ira le añadimos un “te quiero mucho” nuestros hijos están recibiendo dos mensajes contradictorios: uno verbal que pertenece al nivel de los contenidos y otro no verbal que pertenece a nivel de la relación.
Conocer nuestros sentimientos, prestarles atención y expresarlos nos permite ofrecer a los hijos un modelo digno de ser imitado.
Por ejemplo, una niña puede estropear su vestido nuevo jugando con pinturas de colores. Posiblemente a su madre le resulte inevitable sentir irritación o pesaren esos momentos, lo cual no impide que quiera mucho a su hija. En estos casos, no es recomendable intentar evitar ese sentimiento compensándolo con otros (Por ejemplo: “Hija yo te quiero mucho, pero lo que has hecho es imperdonable, pues ni se puede arreglar ni te puedo comprar otro”). Lo más adecuado es hablar con claridad, tanto de los hechos como de lo que sucede en nuestro interior: “Me molesta muchísimo y estoy furiosa. Estas manchas no se quitan y, por mucho que lo lave, no quedará nunca igual.”
A un hijo no se le pueden dar mensajes que alberguen contradicciones. Cuando los padres se sienten molestos, su mirada, su voz y la expresión de su cara reflejan con claridad su enojo. Si a esta expresión de ira le añadimos un “te quiero mucho” nuestros hijos están recibiendo dos mensajes contradictorios: uno verbal que pertenece al nivel de los contenidos y otro no verbal que pertenece a nivel de la relación.
Conocer nuestros sentimientos, prestarles atención y expresarlos nos permite ofrecer a los hijos un modelo digno de ser imitado.
Hasta aquí con el texto de Rodriguez Felipe; Miguel, et. al. Vemos que en la convivencia diaria de la familia, nos enfrentamos con frecuencia a estos y otros incluso más complejos núcleos de posibles conflictos, en donde la ira, los gritos, los exabruptos e incluso hasta golpes, ocupan por momentos el lugar del amor, de la tolerancia, de la armonía, necesarios para el bienestar familiar.
En ese tenor y partiendo del dicho que se atribuye a Aristóteles, uno de los pilares de la Filosofía Occidental, que marcaba: “ponerse furioso es relativamente fácil, pero estar furioso con la persona correcta, por el motivo correcto y de forma correcta, eso NO ES FÁCIL.”, así cuando en la casa surjan con los hijos esos sinsabores porque se rompen reglas, se deteriora algo del mobiliario, se reprueba en la escuela, o se les pilla en travesuras o situaciones más delicadas, no lo pasemos por alto y además seguir las consejas de CONTAR HASTA DIEZ; con actitud decidida sin evadir el problema, asumamos el diálogo con el hijo. Llamémosle al “infractor”, asumamos que estamos molestos y señalemos con el lenguaje más claro y preciso que encontremos la falla en la conducta que detectamos, como nos recomiendan los autores. Hablemos del presente, evitemos eso de “hace tres años hiciste esto o aquello”, también las exageraciones del tipo: ¡siempre es lo mismo contigo! Situación errónea porque no en todo momento se realiza la conducta equivocada, y porque por lo demás nosotros no podemos predecir que SIEMPRE se seguirá repitiendo el suceso, y eso sin contar que nosotros probablemente no estemos para percatarnos de ello, porque seguramente no viviremos lo suficiente para hacerlo.
Seguir creciendo como padres es pues una tarea que amerita nos preparemos constantemente. Si en los conflictos con los hijos, la firmeza, se combina con el respeto, se pondrá la cimiente para alejar la violencia y el resentimiento que se le asocia. Uno de los mayores capitales que podemos heredarles es que con el ejemplo, en nuestro hogares los problemas, las diferencias, los conflictos, se dialoguen para darles un cauce, y que aprecien que sin sombrerazos, golpes, insultos, podemos entendernos y mejorar tanto individual como colectivamente. Ese acervo les puede dar la pauta de seguridad, para que en su toma de decisiones particular, apuesten porque sus actos estén en sintonía con el sendero predominante de los valores, de lo trascendente, de lo que enaltece al ser humano. ¿No lo creen así? Por favor escriban sus opiniones y enriquezcan la reflexión. Gracias por ello.
En ese tenor y partiendo del dicho que se atribuye a Aristóteles, uno de los pilares de la Filosofía Occidental, que marcaba: “ponerse furioso es relativamente fácil, pero estar furioso con la persona correcta, por el motivo correcto y de forma correcta, eso NO ES FÁCIL.”, así cuando en la casa surjan con los hijos esos sinsabores porque se rompen reglas, se deteriora algo del mobiliario, se reprueba en la escuela, o se les pilla en travesuras o situaciones más delicadas, no lo pasemos por alto y además seguir las consejas de CONTAR HASTA DIEZ; con actitud decidida sin evadir el problema, asumamos el diálogo con el hijo. Llamémosle al “infractor”, asumamos que estamos molestos y señalemos con el lenguaje más claro y preciso que encontremos la falla en la conducta que detectamos, como nos recomiendan los autores. Hablemos del presente, evitemos eso de “hace tres años hiciste esto o aquello”, también las exageraciones del tipo: ¡siempre es lo mismo contigo! Situación errónea porque no en todo momento se realiza la conducta equivocada, y porque por lo demás nosotros no podemos predecir que SIEMPRE se seguirá repitiendo el suceso, y eso sin contar que nosotros probablemente no estemos para percatarnos de ello, porque seguramente no viviremos lo suficiente para hacerlo.
Seguir creciendo como padres es pues una tarea que amerita nos preparemos constantemente. Si en los conflictos con los hijos, la firmeza, se combina con el respeto, se pondrá la cimiente para alejar la violencia y el resentimiento que se le asocia. Uno de los mayores capitales que podemos heredarles es que con el ejemplo, en nuestro hogares los problemas, las diferencias, los conflictos, se dialoguen para darles un cauce, y que aprecien que sin sombrerazos, golpes, insultos, podemos entendernos y mejorar tanto individual como colectivamente. Ese acervo les puede dar la pauta de seguridad, para que en su toma de decisiones particular, apuesten porque sus actos estén en sintonía con el sendero predominante de los valores, de lo trascendente, de lo que enaltece al ser humano. ¿No lo creen así? Por favor escriban sus opiniones y enriquezcan la reflexión. Gracias por ello.
Escribe a: zonaescolar11@gmail.com
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